lunes, 28 de marzo de 2011

Un mensaje por George Carlin

(Esta es una obra maestra. Si usted no la ha leído, tómese el tiempo para leerla. Si ya lo leyó, tómese el tiempo para releerla)

La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios más altos y temperamentos más reducidos, carreteras más anchas y puntos de vista más estrechos. Gastamos más pero tenemos menos, compramos más pero disfrutamos menos. Tenemos casas más grandes y familias más chicas, mayores comodidades y menos tiempo. Tenemos más grados académicos pero menos sentido común, mayor conocimiento pero menor capacidad de juicio, más expertos pero más problemas, mejor medicina pero menor bienestar.
Bebemos demasiado, fumamos demasiado, despilfarramos demasiado, reímos muy poco, manejamos muy rápido, nos enojamos demasiado, nos desvelamos demasiado, amanecemos cansados, leemos muy poco, vemos demasiado televisión y oramos muy rara vez.

Hemos multiplicado nuestras posesiones pero reducido nuestros valores. Hablamos demasiado, amamos demasiado poco y odiamos muy frecuentemente.
Hemos aprendido a ganarnos la vida, pero no a vivir. Añadimos años a nuestras vidas, no vida a nuestros años. Hemos logrado ir y volver de la luna, pero se nos dificulta cruzar la calle para conocer a un nuevo vecino. Conquistamos el espacio exterior, pero no el interior. Hemos hecho grandes cosas, pero no por ello mejores.
Hemos limpiado el aire, pero contaminamos nuestra alma. Conquistamos el átomo, pero no nuestros prejuicios. Escribimos más pero aprendemos menos. Planeamos más pero logramos menos. Hemos aprendido a apresurarnos, pero no a esperar. Producimos computadoras que pueden procesar mayor información y difundirla, pero nos comunicamos cada vez menos y menos.
Estos son tiempos de comidas rápidas y digestión lenta, de hombres de gran talla y cortedad de carácter, de enormes ganancias económicas y relaciones humanas superficiales. Hoy en día hay dos ingresos pero más divorcios, casas más lujosas pero hogares rotos. Son tiempos de viajes rápidos, pañales desechables, moral descartable, Aaventuras de una noche, cuerpos obesos, y píldoras que hacen todo, desde alegrar y apaciguar, hasta matar. Son tiempos en que hay mucho en el escaparate y muy poco en la bodega. Tiempos en que la tecnología puede hacerte llegar esta carta, y en que tú puedes elegir compartir estas reflexiones o simplemente borrarlas.
Acuérdate de pasar algún tiempo con tus seres queridos porque ellos no estarán aquí siempre.
Acuérdate de ser amable con quien ahora te admira, porque esa personita crecerá muy pronto y se alejará de ti.
Acuérdate de abrazar a quien tienes cerca porque ese es el único tesoro que puedes dar con el corazón, sin que te cueste ni un centavo.
Acuérdate de decir te amo a tu pareja y a tus seres queridos, pero sobre todo dilo sinceramente. Un beso y un abrazo pueden reparar una herida cuando se dan con toda el alma.
Acuérdate de tomarte de la mano con tu ser querido y atesorar ese momento, porque un día esa persona ya no estará contigo.
Date tiempo para amar y para conversar, y comparte tus más preciadas ideas.
Y siempre recuerda:
La vida no se mide por el número de veces que tomamos aliento, sino por los extraordinarios momentos que nos lo quitan.
George Carlin.

miércoles, 9 de marzo de 2011

NO TOQUES AL UNGIDO DE DIOS


Por George Davis

Una vez en mis primeros años en la institución llamada “la Iglesia”, me acerqué al ministro con respecto a algo cuestionable que él había compartido previamente con la asamblea local. Me quedé en cierta forma sorprendido por su respuesta. El obviamente percibió que esto era un desafío a su autoridad, y sintiendo que estaba por encima de tal cuestionamiento, se apresuró para encabezar la conversación con estas palabras: “¿Estás por tocar al ungido de Dios?” ¿Por haber cuestionado algo que él previamente había dicho, yo estaba tocando al ungido de Dios? ¿Cómo es que por hacer un simple pregunta yo me estaba convirtiendo en el enemigo de Dios? ¿Cómo se veía este hermano a sí mismo? ¿Cómo llegó a dicha conclusión? ¿Cómo llegó a verse a sí mismo como el recipiente de una unción que lo ponía aparte del resto de los hijos de Dios? ¿Cómo es que estos ungidos vienen ser distintos por tal unción especial; una unción que los hace incapaces de errar?

Esta mentalidad es claramente una influencia del papado. Pío IX (1846-1878) nos la dio. El papado estaba perdiendo poder, pero no caería sin pelear. Este fue el nacimiento del “ultra monasterismo”, Un movimiento para argumentar el derecho del papado para gobernar globalmente. Está claro que Pío IX vio que la forma más rápida de ganar este argumento fue declarar un edicto estableciendo que, como la autoridad delegada de Dios, no podía equivocarse. Debido a que este sistema religioso no puede aguantar el ojo del escrutinio, también declaró que el origen y ceremonias de la iglesia papal tampoco podían cuestionarse. Caso cerrado. Tomando la unción de los reyes del Antiguo Testamento y mezclándola con su propia definición de sacerdocio - lo cual era una mezcla del viejo sacerdocio Levítico, el sacerdocio pagano, y el autocrático gobierno del Estado de Roma - ellos establecieron el derecho divino de los reyes y clérigos de gobernar.

Considerando el deseo de conquista del hombre debido a la caída, ¿debemos sorprendernos que luego de habérsele dado 1900 años para hacerlo,  no concibiera una justificación elaborada y sistemática y no olvidemos, “bíblica”, de su derecho y responsabilidad divina de gobernar? Los consejos de obispos y reyes concluyeron que desafiarlos a ellos y a sus pronunciamientos era un asalto al mismo cielo, debido a que ellos eran los “ungidos” de Dios”. La historia registra la larga y mezquina historia de la necedad de tales hombres. Reyes han subyugado y controlado naciones enteras a través de marionetas entrenadas como cardenales y obispos. Y la mentira que asustaba a las masas a la obediencia es la mentira que Dios lo quería así, y el temor de no agradar a Dios al no agradar a “su ungido”. La mentira de que Dios mismo los había puesto en esos lugares como los redentores y benefactores: los amigos del pueblo.

Jesús fue claro en esto. De hecho, fue enfático: “Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve” (Luc. 22:25-26).

Ahora, benefactor era un título de honor, conferido a aquellos que habían hecho un servicio a su país. Significa un amigo del pueblo. La cruel broma es que ellos ejercían dominio y autoridad bajo la apariencia de ser los amigos del pueblo. Ellos “sufrían” todas esas tristezas de responsabilidades y beneficios reales, solo por el pueblo. Ellos se hicieron reyes solo para poder ayudar al pueblo. Hace que usted quiera llorar, ¿verdad? ¡Que noble manera de entregar su vida! ¡Oh cuán venerable sacrificio de los deseos e intereses personales! Estuviste perdiendo tu tiempo, hermana Teresa.

Pero la prueba real viene cuando el pueblo toca sus coronas, y entonces las cabezas de los que ellos dicen servir, van a rodar. Entonces sale a la superficie la verdadera motivación real. Le digo con total seguridad que yo he sido testigo de este mismo escenario en la institución llamada “la iglesia” muchas veces. Estaban ahí solo para servir al pueblo. Oh, los amaban tanto. Si el humilde pueblo tocaba el trono, o si de alguna manera los trataba de una manera no propia de la realeza,  respondían con tal falsedad como no se había visto desde la dinastía de Herodes. Los ofensores eran tratados de una manera equivalente a la ejecución. Eran verbalmente ejecutados o desterrados fuera de sus tierras. Eran llamados herejes. Y en la orgullosa tradición de Diótrefes, eran echados fuera de la iglesia. (3 Juan 9-10)

Cuando se trata de gobernar sobre los hijos de Dios, debemos recordar que la idea de un rey ungido fue una elección del hombre, no de Dios. La verdadera naturaleza de esa elección era rechazar el gobierno de Dios, optando por la clase de gobierno ejercido sobre otras naciones. “Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue” (1 Sam. 8:5). Dios advirtió al pueblo de Israel de las consecuencias de esta clase de liderazgo que ellos escogían. Y cuando reducimos a pocas palabras las palabras de advertencia de Dios a ellos: “El (Rey Saúl) tomará lo que es vuestro y será de él” (Ver 1 Sam. 8:4-22). Esta es la naturaleza de los reyes, tomar lo que le pertenece a Dios y a Su hijos y apoderarse de eso. Ellos hacen todo esto bajo la apariencia de ser amigos del pueblo, como si fuese su derecho divino. Hay muchos al igual que Saúl reinando sobre la iglesia tradicional de hoy en día. Ellos toman el ministerio del cuerpo de Cristo, y los sientan en lindas pequeñas filas para que miren la nuca del que está enfrente. Ellos resisten a la soberanía de Dios sobre los creyentes individualmente por hacer de intermediarios entre Dios y Sus hijos. Dicen oír la voz de Dios para toda la iglesia, y de esta manera quitan la guía del Espíritu Santo de los creyentes. Reemplazan la guía del Espíritu Santo con su consejo, y todo esto sin ni siquiera una punzada a sus conciencias. ¿Por qué? Es simple. Ellos creen que este es su derecho divino. Han sido ungidos en la tradición de Saúl, con una autoridad como la de los reyes de las naciones. Y de acuerdo a esto, ellos se ven a sí mismos como los ungidos de Dios, y en sus mentes se paran cabeza y hombros por encima del resto.

¿QUIENES SON LOS VERDADEROS UNGIDOS?

Yo creo que Dios tiene ungidos, y que pocos en nuestros días tienen miedo de tocarlos. Hechos 2:17 habla de la unción de estos siervos. Aquellos de los cuales Joel había profetizado que Dios los ungiría con su Espíritu, y ellos profetizarían, verían visiones y soñarías sueños. ¿Quiénes eran estos ungidos sacerdotes y profetas? Eran toda la Carne de Hechos 2:17. Eran hijos, hijas, los jóvenes y los ancianos. Eran la comunidad entera de Cristo. Dios había derramado su Espíritu sobre toda carne, no sobre una casta selecta de súper santos referidos como Ministros, Pastores, Ancianos, etc. “Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños”. La unción que una vez fue derramada sobre unos cuantos selectos, ahora se derramaba sobre toda carne. Este nuevo sacerdocio cosiste de todos los santos de Dios.

Estos son aquellos a los cuales Pedro se refirió diciendo: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable…” (1 Ped. 2:9). Hay un nuevo sacerdocio, el sacerdocio de todos los creyentes, y este sacerdocio representa un mejor Pacto. Bajo este Pacto, Dios pone sus leyes en nuestras mentes, y las escribe en nuestros corazones. Bajo este Pacto no hay necesidad de mediadores que digan “Conoce al Señor”. ¿Por qué? “Porque todos, desde el mayor hasta el menor, conocerán a Dios” (Vea Heb. 8:10-11). Todos entrarán más allá del velo rasgado a la presencia de Dios. Allí serán enseñados por Dios. En este Nuevo Pacto  “ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano”, porque todos sabrán de primera mano a través de la unción del Espíritu que Dios ha derramado sobre ellos.

De acuerdo al autor de Hebreos, el primer y Viejo Pacto, “tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal” (Heb. 9:1). Sin embargo, este nuevo sacerdocio no está conectado con santuarios ni ceremonias terrenales. Ellos ministran más allá del velo en el tabernáculo celestial, el cual el Señor levantó y no el hombre (Heb. 8:2). Ellos operan en las realidades del cielo, no en las sombras de la esfera religiosa (vea Heb. 9:1-10). Este nuevo sacerdocio son tambien las piedras vivas que son edificadas como casa espiritual. Ellos son colectivamente tanto el sacerdocio santo como el templo del Señor. Este sacerdocio también “ofrece sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. (1 Ped. 2:5)

Juan dijo respecto a la unción de Dios: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad… Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Jn. 2:20-21,27)

La palabra unción aquí se refiere a la ceremonia inaugural para sacerdotes. Era la ceremonia donde los sacerdotes del Antiguo Testamento eran ungidos con aceite, lo que representa al Espíritu Santo. Habla de ser separado para el servicio divino. El don del Espíritu Santo es la unción de Sacerdotes, y la unción era derramada sobre todos en este nuevo sacerdocio real. En el Nuevo Testamento hubo un cambio del sacerdocio Levítico al sacerdocio real según el orden de Melquisedec (Heb. 7:11).

Los así llamados ungidos que se colocan en una autoridad jerárquica real, no dudan en tocar a los verdaderos ungidos de Dios: el sacerdocio real. Sus descaradas y entrometidas manos han apedreado a los profetas, y han sometido al verdadero sacerdocio ungido a las peores torturas imaginables: a aquel intolerable sentarse todas las semanas en aquello que ellos llaman el servicio.

David vio la nación entera de Israel como la ungida de Dios.

Y andaban [Israel] de nación en nación, De un reino a otro pueblo, No consintió [Dios] que nadie los agraviase, Y por causa de ellos castigó a los reyes. No toquéis, dijo, a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas. (Sal. 105:13-15)

David, el ungido de Israel, vio en una mirada profética a todo Israel como el ungido de Dios. David tenía un corazón conforme a Dios, el cual expresaba en sí mismo su incesante deseo de hacer a Dios rey. Era la pasión de David restaurar el gobierno de Dios. Lo expresaba en su vida, palabras, y canciones. “Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, Es el monte de Sion, a los lados del norte, La ciudad del gran Rey” (Sal. 48:2). El gran Rey al cual David se refiere no es David, sino Dios. Cuando él trajo el arca con cantos y bailes, David sabía que estaba trayendo al verdadero Rey de Sion a través de esas puertas. Estaba conquistado por el gozo, no podía contenerse; él saltaba ante el arca con todas su fuerzas. David sabia que un rey terrenal no era la intención original de Dios, así que gustosamente se sacó sus vestiduras reales y corona y bailó solo con una túnica ante su Rey; el Gran Rey. David tenía un corazón conforme a Dios, no la corona de Dios. ¡Ojalá que los hijos de Dios fuesen tan celosos por el reino de Dios en estos días!

Con reparos Dios ungió un rey, pero con gozo ungió un reino de sacerdotes. De hecho Dios primero expresó este deseo exactamente después de que Israel hubiera pasado a través del Mar Rojo, mucho antes de que entras en la tierra. “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel”  (Ex. 19:6). Esta es la escritura exacta a la cual Pedro se refiere en 1 Ped. 2:9. Dios finalmente realizaría su plan para un sacerdocio real, y una nación santa, en el sacerdocio de todos los creyentes.

Estos son los ungidos de Dios. Ellos no tienen necesidad de maestros intermediarios. Ahora debo preguntar: ¿porqué nadie está aterrorizado de tocar al ungido de Dios? ¿Por qué no dudan en echar una mirada asesina hacia la comunidad profética de Dios, esa nación santa? ¿Por qué ellos los amordazan y los atan en los bancos?

Digo a todos los que luchan por el supuesto derecho de reyes y clérigos de gobernar sobre la herencia de Dios: No toquen a los ungidos de Dios, y no hagan daño a sus profetas. Dios ha derramado su Espíritu en estos, y los ha ungido para servir como sacerdotes para que cada uno de ellos pueda continuar sirviendo a Dios, declarando su gloria. Viniendo a Su presencia, y firmes en SU gloria, sus propias caras van a irradiar a Dios. Esta es la herencia del siervo del Señor. Es su derecho y responsabilidad como sacerdotes, Todos pueden venir a Su presencia.

Todos son sus sacerdotes. Todos son sus ungidos, No toque a los ungidos de Dios. No los consigne a pasividad. No suplante sus papeles como sacerdotes. No los silencie por medio de liturgias y sermones. No les falte al respeto por suponer que ellos están en necesidad de algún intermediario aparte de aquel verdadero mediador entre Dios y los hombres (1 Tim. 2:5). Si bien puede no parecer, estas personas peculiares son sacerdotes. No deje que sus apariencias comunes lo engañen; ellos no son como el común de los sacerdotes que parece variedades de jardín. Son sacerdotes reales. Son los sacerdotes e hijos del rey de Reyes. Son criaturas nobles llamados a verdadera grandeza. Son investidos de lo alto. ¿Por qué necesitarían un maestro cuando ellos van directamente a la presencia de Dios? Ellos tienen una unción que los enseña. Dios mismo los enseña. Ahora Dios está llamando a los verdaderos ungidos a que se levanten de sus bancos al poder.

De pronto estoy vencido con un abrumador deseo de decir: “¡No toque al Ungido de Dios!”

--------------



                         

ADORACION DEL TEMPLO


Por George Davis

No confiéis en palabras engañosas, diciendo:
Este es
El templo del Señor,
El templo del Señor,
El templo del Señor.
 (Jeremías 7:4 - LBLA)

Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. (Ap. 21:22-23 RV 1960)

Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. (Mat. 12:6)

¿Qué quiero decir con adoración del Templo? No me estoy refiriendo necesariamente a la adoración en un templo. Sin embargo me estoy refiriendo al inclinarse humano hacia hacer de los medios el fin: la adoración de la adoración misma. Me estoy refiriendo a la propensión inherente del hombre a adorar el modo, antes que al que lo hizo, y al credo antes que a Cristo. Me estoy refiriendo a la tendencia humana de confundir Cristianismo con templos, ceremonias, liturgias, rituales, y ritos.

El profeta Jeremías se dirigió a esta idolatría. Israel se había olvidado de Dios, pero no se habían olvidado del “Templo”. “…porque de mal en mal procedieron, y me han desconocido, dice el Señor”. Debido a su pecado venía el juicio de Dios. Venía en la forma de los ejércitos de Babilonia. A pesar de las repetidas advertencias de Jeremías, ellos encontraron consuelo en “palabras mentirosas”. “El templo del Señor, El templo del Señor, El templo del Señor”. Ciertamente Dios no iba permitir que su templo fuera profanado. No tenemos nada que temer porque allí se encuentra “el templo del Señor”. Asimismo, muchos hoy en día ponen su confianza en sus templos. Ellos son “miembros”, y su membresía les garantiza un lugar en el cielo. Todo el resto va a ir al infierno, pero ellos, por virtud de su identificación con el templo, no van a ir. Si ellos están en lo cierto de que cualquiera menos ellos va al infierno, entonces todos se van al infierno. ¿Perdonó Dios a una religión ceremoniosa [la judía], solo para encontrar mil [denominaciones y sectas]? ¿Murió Cristo para esto?

Todos los tipos y sistemas fueron hechos obsoletos por la venida de Cristo de los cuales ellos fueron solo figuras. El tabernáculo de Moisés y la ley, y el templo con todos sus rituales, fueron todos ellos medidas temporales: sombras de lo real. El velo siendo rasgado significa un cambio; las cosas viejas pasaron de manera que una mayor realidad pudiera tomar lugar: la realidad de Cristo mismo. El es: “…el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:26-27)

“Uno mayor que el templo está aquí”. Más grande que una institución terrenal. Y con todo cuan a menudo el hombre prefiere el clamor y actividad de los sistemas antes que el íntimo conocimiento de Cristo.

Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada. (Mat. 24:1-2)

El propósito divino de Dios es liberar al hombre de la adoración de cosas, para que le adore a El mismo. La inclinación de los hombres hacia la adoración de cosas visibles está bien documentada a través del canon. Aquellas cosas cuyo fin de parte de Dios no era otro que traer gloria hacia sí mismo, se convirtieron en ídolos. Desde la serpiente de bronce hasta el mismo templo, el hombre ha probado su inclinación, su preferencia a adorar otras cosas antes que a Dios mismo. La serpiente de bronce, el instrumento de Dios para curar a una nación, más tarde fue adorada como un dios, y destruida como un ídolo.

El [Ezequías] quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán[1]. (2 Rey. 18:4)

De igual manera, ni siquiera una piedra será dejada de todos esos ídolos religiosos o no religiosos que desplazan al verdadero objeto de la adoración: Dios mismo.

En la forma de adoración del Viejo Testamento, Cristo está oculto en tipos y sombras. Entonces todo estaba envuelto en misterio, pero ahora Dios ha elegido revelar a su hijo, la misma imagen de sí mismo. La insistencia del hombre en ritos y rituales es un intento inconsciente de envolverlo una vez más en el oscuro e ilusorio ámbito de la religión. Eso es lo que más ama Satanás. Porque todo lo que debe hacer para dejar al creyente sin poder es esconder a Cristo de su alcance. El debe seducir al creyente para reemplazar a Cristo con algo visible. Para Satanás la religión es el substituto favorito de Cristo. El trabajo primario del Espíritu Santo es, debido a eso, revelar a Cristo. La meta de su obra en nuestras vidas es que Cristo pueda ser formado en nosotros. ¡Cristo en nosotros, es la esperanza de gloria! Hay un mover que está quitando las capas de los sistemas religiosos terrenales. Y de eso, no quedará piedra sobre piedra. Dios no mora más en templos hechos de manos. ¡Nosotros somos el templo de Dios!

“Cristo mismo emerge de los armazones de las cosas, porque todas las capas de los tiempos pasados, de todo lo figurativo, tipológico, simbólico, y trasciende las cosas por su propia Persona”. (T. Austin Sparks)

La tiranía de la religión

“…para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar”. (Mat. 23:35)

Los hombres prefieren la religión a una relación con Dios. Tanto, que va a violar la propia naturaleza de Dios para preservarla. Matar sobre asuntos relacionados con la religión no es nada nuevo. Comenzó con Caín y no va a terminar hasta que suene la última trompeta. ¡Uno más grande que el templo está aquí! Y aquel que lo exalte solo a él conocerá el azote de aquellos zelotes religiosos que están puestos para defender sus órdenes eclesiásticas, sus templos.

“Porque hemos hallado [Ananías y los ancianos] que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos. Intentó también profanar el templo; y prendiéndole, quisimos juzgarle conforme a nuestra ley.” (Hch. 24:5-6)

Note su preocupación por el templo. Sin embargo no hay ninguna preocupación por los intereses de Dios, solo por los suyos propios. Pablo, sobre quien pesaban estas acusaciones, representaba una gran amenaza a sus intereses religiosos. Y ellos estaban intentando tratar este problema de la manera usual: ellos intentaban matarlo… (Hch. 26:21).

El hombre natural va a proteger sus ídolos matando a todos los que sean una amenaza para esos ídolos. Aquí ellos estaban intentando hacer la misma cosa con Pablo que habían hecho con Cristo solo unos cuantos años antes.

Si los últimos 1700 años de historia de la iglesia han probado algo, han demostrado en forma conclusiva que la naturaleza de la religión sin Cristo, es tiranía. Cristianismo es Cristo, nada más, y ciertamente nada menos.

La morada de Dios

Hch 7:49 El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis?, Dice el Señor; ¿o cuál es el lugar de mi reposo?

1Co 3:16 ¿O no sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

1Co 3:17 Si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal, porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.

1Co 6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?

2Co 6:16 ¿Y qué consentimiento el templo de Dios con los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios Viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo.

Ef. 2:21-22 en el cual, compaginado todo el edificio, va creciendo para ser un Templo Santo en el Señor; en el cual vosotros también sois juntamente edificados, para morada de Dios en el Espíritu.

Todo lo que el tabernáculo y templos del Viejo Testamento predijeron fue esta verdad: nosotros individualmente y corporalmente somos la “morada” de Dios. Somos su templo: su lugar de morada.

El rompió el velo. El escapó. Encontró una nueva casa, una nueva morada, un nuevo templo. Las cosas viejas pasaron, no quedó piedra sobre piedra, para que uno más grande que el templo pueda habitar SU templo, hecho de piedras vivas, las cuales somos nosotros.

Es una afrenta al cielo recrear las viejas formas de adoración del templo. No importa cuan empapadas y cristianizadas puedan ser, son tan paganas como la adoración a Baal. Ellos reemplazan con pompas y ceremonias la realidad del morar de Cristo, e intentan hacer del templo una vez más el lugar de morada de Dios. Este es el brazo rígido del hombre en el pecho del Padre celestial quien lo separa para ser abrazado.

Ocupa tiempo del hombre hacer algo que llamamos “la obra de Dios” mientras que el verdadero objetivo de conocerlo queda olvidado en el frenético paso eclesiástico.

“Teológicamente, el templo no necesita templos. Los edificios de la iglesia no son esenciales a la verdadera naturaleza de la iglesia. Porque el significado del tabernáculo es la morada de Dios, y Dios ya mora dentro de la comunidad cristiana de creyentes. El pueblo es el templo y el tabernáculo… Y por eso, teológicamente las edificaciones de iglesias son superfluas. No son necesarios para funciones sacerdotales porque todos los creyentes son sacerdotes y todos tienen acceso directo, en cualquier momento y lugar, a aquel gran Sumo Sacerdote. Una edificación de iglesia no puede propiamente ser “la casa del Señor” porque en el Nuevo Pacto este titulo está reservado para la iglesia como pueblo (Ef. 2; 1 Tim. 3:15; Heb. 10:21). Un edificio de iglesia no puede ser “un lugar santo” en ningún sentido especial, porque los lugares santos no existen más. El Cristianismo no tiene lugares santos, solo pueblo santo” (Howard A. Zinder - El Problema de los Odres, Capítulo 4)

Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. (Ap. 21:22)

No es por nada que ésta sea la última referencia a la palabra templo en la Biblia. Así como ninguna piedra del antiguo templo permaneció sobre otra. En tipo, con la remoción de cada piedra va a haber una mayor y mayor revelación de nuestro verdadero templo, “Dios Todopoderoso y el Cordero”, de lo cual el templo terrenal fue solo simbólico.

Todo el trato de Dios desde ahora hasta entonces tiene que ver con la transición a una relación. Una relación con nuestro Creador, nuestro Padre, y Templo. Como Abram salió de Ur, nosotros de igual manera somos llamados a dejar atrás nuestros ídolos, “estimando todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús”.

No vi templo en ella…

“… dijo Juan. Ni tampoco hay allí ninguna nota de sorpresa mientras el nota la omisión de lo que la mitad de la Cristiandad habría considerado lo más esencial. Porque aparte del tipo de religión que él había aprendido de Cristo, el tipo de la Iglesia - la mera Iglesia - es una evasión elaborada. ¿Qué tienen que ver la pompa y la circunstancia, la moda y la forma, las vestimentas y las posturas, con Jesús de Nazaret? En cierto momento del desarrollo personal, y para cierto tipo de mentalidad, tal cosa puede tener lugar. Pero cuando se confunde con cristianismo, no importa cuanto ayude. O en qué medida lo conserve, eso defrauda las almas de los hombres, y roba a la humanidad de su atención. Es porque a grandes masas de personas el cristianismo ha venido a ser sinónimo del culto en el Templo que otras grandes masas de personas declinan a tocarlo. Es un error suponer que las clases obreras de este país [Estados Unidos] se opongan al cristianismo. Ningún hombre puede estar jamás opuesto al cristianismo si sabe lo que realmente es. El hombre trabajador aun seguirá a Cristo si él viene en medio de ellos. De hecho ellos siguen a cualquiera, predicador o laico, en el pupito o en la plataforma, que sea un poco como ellos. Pero lo que ellos no pueden seguir, y por eso debe vivir afuera de su círculo, es una adoración que termina con el adorador, una religión expresada solo en ceremonias, y una fe no relacionada con la vida. Tal vez el peor hecho registrado en la historia es el fracaso de los grandes y organizados cuerpos eclesiásticos en entender el simple genio de la religión de Cristo. Lo que sea haya sido lo mejor que las iglesias de todos los tiempos hayan pensado de la vida y religión de Cristo, tomándolo como un todo, solo han tenido éxito en dejar en la mente de una larga porción del mundo una impresión del Cristianismo que es directamente opuesta a la realidad. Hasta esta misma hora presente, casi naciones enteras en Europa viven, adoran, y mueren bajo la creencia de que Cristo es un Cristo eclesiástico, la religión la suma de todas las observancias de la Iglesia, y la fe, una adhesión a los credos de las Iglesias. No les culpo, simplemente registro el hecho. Todo lo que la autoridad espiritual y temporal del hombre pudo hacer, ha sido hecho - y en ignorancia de la verdadera naturaleza del Cristianismo - para desalojar la religión de Cristo de su morada natural en el corazón de la humanidad. En muchas tierras las Iglesias han robado literalmente a Cristo del pueblo; Han hecho del Hijo del Hombre el Sacerdote de una Orden; han quitado el cristianismo de la Ciudad y lo han encarcelado tras las rejas del altar; lo han quitado de la vida nacional y lo han repartido a los pocos que pagan por mantener vivo el engaño inconsciente. No juzgues a la  iglesia, al menos, no la verdadera iglesia, pensando que ella no conoce todo esto. En ningún lado, ni aun en la mas feroz prensa secular, hay más exposición de este peligro, más indignación a este continuismo, que en muchas de las iglesias de este día. La protesta contra la confusión del cristianismo es el más gastado de los temas del pulpito.” (Henry Drummond, Publicado primeramente en 1880)

¡Caramba!

Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. (Col. 2:8-10)

Imponer las tradiciones de los hombres encima de nuestra relación con Cristo es dejarse llevar cautivo y dejarse engañar. Y en vano lo vamos a adorar, porque en este caso hemos adquirido un nuevo maestro: las expectaciones y mandamientos del hombre.

¡Uno más grande que el templo está aquí! ¡Uno más grande que nuestras tradiciones! El que trasciende todo lo demás. El misterio revelado “Cristo Jesús nuestro Señor”. El ha salido de las sombras. El es la imagen misma del Dios invisible. “…el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Cor. 1:30).

Oh Padre, en nuestro viaje a nuestro templo, nuestra morada final, el cual eres tú y tu hijo Jesús, que nosotros declinemos toda tentación de construir de nuevo aquello que tu has desechado. Amen.

**************


Algo hecho de cobre. La serpiente de bronce en el desierto:-Nehustán.