viernes, 10 de febrero de 2012

¡Soy pastor y me critican!

Me he servido de muchas citas de los escritos y sermones de Charles Spurgeon a través de los años. Y, con respecto a la crítica personal, hay una cita en particular que me ha servido por largo tiempo. Vuelvo a ver la cita tanto antes de que llegue la crítica personal (si es que puedo anticiparla), o después de que aparezca la crítica (si me toma por sorpresa). Esto me prepara para la llegada de la crítica y me provee de una perspectiva para mi corazón una vez que la crítica ha sido compartida.
Dice así:
“Hermano: Si algún hombre piensa mal de ti, no te enojes con él; porque tú eres peor de lo que él piensa que eres. Si te acusa falsamente por algo, estate satisfecho; porque si te conociera mejor podría cambiar la acusación y no saldrías beneficiado por ese cambio. Si pintan un cuadro moral de ti y es feo, estate satisfecho; porque todavía necesitaría unos toques de negro para acercarse más a la realidad.”
En diferentes ocasiones a lo largo de los años he recibido críticas de personas que parecían tener… digamos… una mala actitud. Cuando esto sucede me siento tentado a ofenderme por esa actitud y a sentirme aliviado antes de tiempo, concluyendo que una crítica traída con dicha actitud tiene que ser errónea. Y puede que sea errónea (o no). Pero, incluso si lo es, cualquier alivio que pueda experimentar es de corta duración cuando recuerdo las palabras del señor Spurgeon.
Aún si la crítica es errónea, no hay lugar para mi orgullo. Esto se debe al hecho de que yo estoy más al tanto de mi propio pecado que cualquier crítico. Pero, lo que es más importante, Dios está al tanto de todos mis pecados. Es por eso que, aún si se prueba que la crítica es totalmente errónea, yo no debería estar orgulloso de eso.
El saber esto me restringe de apresurarme en criticar o desechar las percepciones de los otros, aún si sus correcciones son fuertes, aún si no vienen con corazones humildes y bondadosos, e incluso si el contenido de la crítica es erróneo. Siempre puedo aprender una lección simple de la crítica: ¡Soy peor de lo que ellos piensan!
La cita de Spurgeon me humilla, restringe mi orgullo, y me recuerda que siempre necesito de un Salvador, incluso cuando los demás no pueden ver con exactitud la profundidad de mi propio pecado. He aprendido a lo largo de los años que, aun cuando la crítica es errónea, debería humillarme y recordarme que Dios tiene un “cuadro moral” acertado de pecadores como yo. Debería recordarme que incluso la crítica peor informada que me puedan hacer, me va a halagar más que la realidad.
Otros articulos relacionado con el tema:

¿En la mucha sabiduría hay mucha angustia??

Ecl 1:18  Porque en la mucha sabiduría hay mucha angustia, y quien aumenta el conocimiento, aumenta el dolor.

¿Es posible que el consejo que nos esté dando Qohélet sea el de permanecer en la más pura ignorancia?  Nada más lejos de la realidad.

 Pero esto es lo más aproximado a la interpretación de cualquiera. Parece que nos esté alentando a no aumentar nuestra sabiduría, a no aprender, a no interesarnos por el aprendizaje propio, ya que esto causa dolor, pues más conocimiento parece venir acompañado de más padecimiento.

Esta afirmación está llena de verdad... matizándola, claro. Aquél que consigue conocimiento, obtiene las herramientas para interpretar su realidad, y puede que la utopía en la que creía estar viviendo se derrumbe catastróficamente.

La verdad, que viene a través del conocimiento, abre los ojos y no siempre va a ser agradable lo que vamos a ver.

Bellas palabras, cargadas de esperanza pero también de decepción.

Escribo estas líneas y no puedo evitar dirigir mi mirada hacia el “pueblo de Dios” hoy.Pienso en la situación actual de nuestras iglesias y de aquellos que las dirigen.

Parece que nuestra estrategia en la iglesia actual, como líderes y maestros se basa demasiado a menudo en alejar al pueblo del conocimiento, por irónico y contradictorio que parezca.

Nuestra forma de proceder no puede basarse en la seguridad y el poder que nos ofrece el hecho de tener a nuestro cargo un pueblo ignorante, sino que debemos luchar por ser un pueblo que conoce a Dios, que se esfuerza por conocerlo y que es retado por Él a vivir una transformación de vida movida por el arrepentimiento de nuestra “vieja manera de vivir” en esa ignorancia de la que éramos esclavos, sumergiéndonos en el conocimiento que va más allá de la  opinión personal o la abundante  teoría humana, guiados por un conocimiento real, el conocimiento experimentado, (el logos de Dios), que transforma la vida del hombre, que lo sana y le forma a semejanza de aquel que lo engendro con miras al gran día y una herencia incorruptible.


Pienso que el pueblo de Dios como diría Pablo a los corintios todavía pide leche espiritual cuando ya debiera tomar carne.
Esta tarea de “destete”, creo que es responsabilidad y tarea del cuerpo ministerial de los pastores.

A veces he visto un cierto miedo hacia la investigación y conocimiento de la teología por el pueblo “llano”.

Algunos de los motivos que he escuchado a este respecto son que no debemos confundir a la iglesia con demasiada información, que podemos sembrar dudas que hagan tambalear la fe, que no entenderían los detalles y matices del conocimiento profundo de las Escrituras y malinterpretarían esta información.

Personalmente creo que hemos acostumbrado a la iglesia a clases de liderazgo y elocuentes predicaciones “light”, en las que les recordamos el amor de Dios, el sacrificio de Jesús por nuestros pecados, el arrepentimiento que nos trae salvación y el camino de santidad en el que todos nos encontramos batallando la buena batalla de la fe.

La enseñanza profunda revestida de sencillez creo que es la clave.

Como nos enseñó el Maestro de Maestros, hay que hablar a la gente con un lenguaje contemporáneo, que entiendan, con la máxima sinceridad, declarando los misterios de Dios.

Es interesante oír a Jesús en los evangelios diciendo: “porque oísteis que fue dicho” , sin embargo sigue: “ pero yo os digo…”. Dios habló a su pueblo y ese pueblo cogió el mensaje y lo desfiguró, lo amoldó según su propia opinión, lo uso para sus propios beneficios y en pro de lo que entendió que era apropiado. Y tuvo que venir Jesús a denunciar este atropello a la Torah que los escribas y fariseos habían hecho (en el nombre de Dios por supuesto).

  Se ha cometido de nuevo hoy el mismo error de oír lo que dice la Biblia para adaptarlo a nuestra forma de pensar y nuestro concepto de espiritualidad y en el nombre de Dios imponer al pueblo nuestras conclusiones personales y subjetivas, no vaya a ser que muchos de nosotros recibamos la misma exhortación: “oísteis que se os dijo pero yo os digo”.

con amor te comparto esto


Roberto
siervo